Copo,
Ya hace más de tres años que nos lanzamos, ni cortos ni perezosos, al mundo inmobiliario. Tres años. Sólo de echar cuentas me han salido canas y todo. Qué barbaridad. La verdad verdadera es que nosotros íbamos de cabeza a un alquiler pero alguien nos cogió por banda y nos convenció de que en nuestro caso, lo mejor era la compra. Allá que nos fuimos.
Yo toda la vida me había imaginado cómo elegiríamos piso el galán y yo: buscando un buen distrito escolar pensando en el futuro, con vistas, parques espectaculares cerca, etcétera, etcétera. Qué lástima. A cambio ahora tengo un piso con vistas a un patio de luces y una vecina que canta David de María a pleno pulmón los sábados. La vida.
Pero volviendo al tema, aún no entiendo como ese alguien nos convenció. No teníamos un duro, yo no tenía trabajo y nuestro presupuesto era diminuto. Tan, tan diminuto que cuando empecé a llamar, en las horas de descanso de la universidad, a inmobiliarias las agentes se reían de mí. Literalmente. Yo me hacía la ofendida, obviously, que una es pobre pero digna.
La cuestión es que hallamos una inmobiliaria que nos miró con ojitos. Y tenían pisos con nuestro presupuesto. Pero teníamos que mentalizarnos: Pedro, nuestro agente, (al que el galán llamaba Pablo SIEMPRE) se iba a convertir en nuestro mejor amigo por un tiempo. Necesitábamos buscar mucho para dar con una perla. Pablo Pedro nos miraba con ojitos porque decía que le dábamos envidia. Que había que ver lo mucho que nos queríamos. Que qué bonito. Que normal que nos casáramos. Que seguro que encontraba un piso.
Pronto entendimos quePablo Pedro nos iba a enseñar pisos como si de los hermanos Scott se tratara. Lo que él se saltó la parte de enseñarnos un piso guapo fuera de nuestras posibilidades primero para mentalizarnos. Nosotros ya sabíamos que éramos pobres, no necesitábamos tratamientos de choque. A lo que iba. Que los pisos que veíamos necesitaban una reforma profunda, sí. Y mucha imaginación por nuestra parte, también. Como éramos jóvenes y yo llevaba altas dosis de Divinity en vena, nos lanzamos a la búsqueda de pisos cutres y horrosos llenos de porquería por reformar. La pena es que QuemeellamoPedro no tuviera un hermano gemelo con camisa a cuadros que nos hiciera la reforma.
Pronto entendimos que
Los hermanos Drew y Jonathan Scott
Pero a lo que iba. Que cuando te lanzas al mundo de la búsqueda de piso te encuentras de todo, de TODO. Pisos en los que las puertas de cartón piedra son un primor en comparación al resto. Pañales sucios por las esquinas. Revistas con contenido X en los baños. Campamentos gitanos con chabolas y hogueras en el parque de la comunidad. Cocinas mugrientas. Cuartos que eran quintos sin ascensor. Comedores como este:
Y yo ya lo contaba en facebook por aquel entonces...
Para que os hagáis a la idea de cómo estaba el asunto, reservamos un piso donde los azulejos del baño estaban pegados con celo. Con celo. Tremendo. Y esa nuestra mejor opción. La vida es un carnaval y poco antes de firmar dimos con otro piso. Cuando nos llamaron para verlo yo me estaba haciendo la foto de la orla, un cuadro. El galán lo vio sólo pero tanto le gustó que acabamos por comprarlo. Así, sin que yo lo hubiese visto. En la vida quien gana es quien arriesga y, la verdad, nosotros sólo podíamos perder un piso con los azulejos pegados con celo. Ya ven.
(La historia de cómo aprendí a hacer regatas, quitar estucados y enyesar si eso, os la cuento otro día.)
(La historia de cómo aprendí a hacer regatas, quitar estucados y enyesar si eso, os la cuento otro día.)