Copo,
Hoy tenía mogollón de sueño. Pero mogollón, mogollón. Me he despertado chorrocientasmil veces durante la noche y no he descansado demasiado. Vamos, que me he pasao la mañana medio grogui.
Al medio día he querido preparar una comida rapidita para poder echarme una siesta. Me he decantado por un menú bien sencillito: hamburguesa (previamente congelada por mi madre) y arroz tres delicias. Eso no me sale casi nunca mal y me permitía prepararlo en menos de 15 minutos y mientras podía limpiar la cocina.
El galán siempre me dice que a la comida hay que echarla sal antes de servirla, vamos, antes de servirla en el plato. Pero a mí siempre se me olvida. Pero hoy, en un brote de amor propio he decidido echarle sal a la comida cuando la tenía en la sartén. Pero al rato la he probado y no me parecía suficientemente salado. Así que he vuelto a añadir sal. Pero nada. Así repetidas veces, pero nada. Entonces me he chupado los dedos (porque me encanta la sal) y no, no era sal, era azúcar. Genial. Al menos no estaba muy malo... lo he reparado echando sal verdadera.
Eso me recuerda a que durante un tiempo le estuve echando a la sepia espinacas en lugar de perejil. Lo peor es que yo no me di cuenta hasta que el galán no me lo dijo, es más, estuve chuleando durante un tiempo sobre lo rica que me salía la sepia...

¿Soy la única que tiene problemas con la cocina y las siestas?