La entrada de hoy va a ser asquerosilla. Ya aviso. Y es que desde el verano nuestra comunidad está infestada de cucarachas. Por lo visto un piso de la comunidad llevaba mogollón de tiempo cerrado a cal y canto y claaaaaro, las cucarachas se han ido de cabeza en plan inquilinas okupas. Y ya puestos se han multiplicado. Y claro, no hay multiplicación de cucarachas sin exilio a otras viviendas. Por supuesto.
La compi no me dijo nada cuando llegué pero no me ha costado, a lo largo de estos tres meses, darme cuenta de ello: Las cucarachas nos han conquistao. Yo, por mi parte, ya estoy hecha una exterminadora de cucarachas profesional. Ayer maté una. Esta mañana, mientras me preparaba el café, he matado tres. Mis manos están manchadas de sangre, sí (de sangre o de un sucedaneo biscoso del que están rellenas). Con lo antibélica que soy yo, señores.
La colonia cucarachil se concentraba básicamente en la cocina. La cosa se nos fue de las manos un poco y conquistaron a lo grande el cuarto de baño. Y gordas como pollos. Una guarrada, vamos. Después han intentado conquistar el salón, pero ahí sí que no, oigan, por ahí sí que no. A esas alturas la compi se puso peleona y dijo que iba a comprar un buen PERSEICIDA (sí, han leído bien: perseicida). ¡¡¡Y muerte a las cucarachas!!! Esto es una declaración de guerra y lo demás son tonterías.
Hoy han colgado un cartel en el ascensor que dice que el viernes desinfectarán la comunidad. Así, tal cual. ¡A buenas horas, mangas verdes! Pero oigan, mejor tarde que nunca. Que estemos a la una en casa, que tendrán que entrar para proceder a la desinfección completa.
Ya os contaremos, ya.