11 de agosto de 2012

Felicitaciones

Copillo,
Qué quieres que te diga. A mí que sea mi cumple me gusta. Me gusta mucho. Ya tengo 21 años y estoy feliz como una perdiz. El galán dice que a santo de qué monté tanto drama el año pasado por cambiar de década si ahora estoy más contenta que todas las cosas. Qué quieren que les diga, soy un ser incoherente. Qué le vamos a hacer. 

Esta semana se nos han juntao las celebraciones que es un contento. Que si la pedida, que si el cumple del galán, que si mi cumple... vamos, ¡que es un continuo de recibir felicitaciones! A mí tanta alegría y positivismo me encanta un montón, pero al galán no tanto. Oigan, los chicos son raritos y el mío no iba a ser diferente. El galán se queja de que ahora cuando le felicitan no sabe a qué se refieren. El pobre anda desconcertado. Nuestro compromiso y su cumpleaños cayeron a tan sólo tres días de diferencia y eso ha podido con él. Vaya. A su favor también diré que hemos recibido un aluvión de mensajes, llamadas y felicitaciones que nos han dejado impresionados. 

Pero a lo que iba, que nosotros los cumples los vivimos. El día del cumple de cada uno lo dedicamos exclusivamente a hacer lo que el cumpleañero en cuestión desea. Además, como bien apuntaba Irene, cumplimos a tres días de diferencia, lo cual no deja de ser rematadamente cursi y genial. Es como las ferias o las bodas gitanas, es un cumpleaños largo. 

Al galancito lo desperté el día de su cumple con un cesto con 25 regalos, uno por cada año que cumplía. Después comimos uno de sus platos favoritos con su familia, fuimos a ver Batman. Ver Batman es una de las cosas más de amor que se pueden hacer por un chico como el mío, porque esa peli era un rollo y duraba casi tres horas. Que por cierto, llego yo a enterarme de la matanza esa que hubo en el estreno en los EEUU y no voy ni harta de vino, pero de campamentos no me enteré, fui. Qué buena es la ignorancia a veces. Así que fuimos a ver Batman. Y quisimos rematar la noche con una cenita en uno de nuestros restaurantes más preferidos del mundo: un chino. 

Yo ya he declarado mi amor hacia la comida china más de una vez, pero yo, que soy un poco sibarita y tengo mis preferencias. Así que fuimos a uno de los que más me nos gustan. El  galán entró primero y nada más pasar por el marco de la puerta nos recibió una chica con un "¡¡Felicidades!!" y una sonrisa enorme. El galán, echo un mar de desconcierto, me miró. ¿Una fiesta sorpresa? ¿Tenía algo preparado? Qué cara de susto tenía Jajajaja Todo era mucho más sencillo, claro. La camarera que nos recibió había ido al mismo instituto que yo y había visto que estábamos comprometidos... Jajajaja El pobre galán siguió a cuadros escoceses por un buen rato Jajajaja

Así que nos encantan los cumples, nos encantan las felicitaciones y a mí me encantan los galanes desconcertados. Qué le vamos  hacer. 


P.D.: Hoy ha sido mi cumple y hemos desayunado crepes con nocilla, hemos paseado por Ikea, hemos comido lasaña, pastel y me han caído regalitos molones. También hemos ido al cine. Ha sido un cumple por todo lo alto, oigan. 

8 de agosto de 2012

Crónica de una pedida

Ay Copo,

Dejo quince días solo al galán y se me desmadra. Porque después de mi regreso de una semana para la boda de mi prima me volví a marchar. Dejé al galán levantando el país y yo me fui a ser monitora de campamentos... y nada me olió raro cuando se presentó a buscarme el día que se marcharon los niños. Nada.

Vale. Me empezó a oler a chamusquina cuando, una vez recogidos todos mis bártulos, el galán me preguntó si no prefería cambiarme de ropa. ¿Qué pasa, chico? ¿No te gusta mi look campestre? Ahí puse mi cara de indignada. Me suele funcionar. Mi look tenía miga, la verdad, para qué nos vamos a engañar: uñas rotas, moño horroroso, cara sin pintar, ropa en estado de limpieza más que dudoso... y lo peor: la falda pantalón hippie con remiendos. No tengo remedio. Y ahí me puse borde: Que no, hombre, ¡que no, que yo no me cambio para irme a casa! (Nota para el futuro: Alba chata, hazle más caso a tu novio, que pareces nueva). 

Total, que en estas el galán me coge de la mano y me dice que me va a llevar a pasear o algo así. Él está muy nervioso y yo empiezo a estarlo. Ay, que me huelo algo gordo, ay. Y el galán intentando aparentar tranquilidad. Y qué mal se le da  mentir al pobrecillo. Vale, sí: ahí, en ese momento me di cuenta que estaba a punto de tener lugar uno de esos momentos que una chica suele esperar desde siempre. Y entonces la menda se empezó a poner nerviosa también. 

Y desde el banco que hay bajo El viejo roble, en el lugar en el que empezamos a gustarnos, el galán me dijo cosas de esas que hacen llorar hasta al más insensible. Jopé, qué momento. Y al final de un montón de cosas bonitas me dijo que si quería podía convertirme en su mujer.  Entonces sacó la cajita, y la abrió, y ahí estaba el anillo. Y yo aluciné pepinillos en colores. Y dije que claro que sí. Menudo dramón. Qué felicidad. Qué manera de llorar. 

Y cuando me serené quise compartir la noticia con mis compañeros, con mis amigos, con los que estaban en el comedor del campamento. Pero claro, cuando llegué (con mis pintas campestres, no las olvidemos) y llorando como una magdalena nadie entendió nada. Entonces enseñé mi mano con mi pedrusquín brillante y solté un lagrimoso "¡Que estoy prometida!". Entonces hubo un gran revuelo en el lugar, y la gente empezó a gritar, y a darme besos y abrazos. Y yo a ratos lloraba, o sonreía, y todo el rato enseñaba mi dedo lustroso. 

Entonces el galán, en un arrebato hizo sonar la campana del campamento (esa que   de toda la vida se ha usado para llamar a comer, esa) y agarró el micro y desde cualquier rincón de aquel lugar se oyó un "Alba ha dicho que sí". Y entonces sí que se armó gorda. Porque aparecieron los que estaban reunidos preparando el próximo campamento, los que se estaban acicalando para salir al exterior, los que intentaban dormir la siesta... Y veeeenga, más lágrimas, más abrazos, ¡más enseñar el dedo!

Y desde ese momento soy aún más feliz, si cabe. Pedrusquín (así he apodado a mi anillaco) y yo somos la mar de felices juntos y el galán y mi hermana amenazan con quitármelo si sigo hablando de él como si fuera una persona. Eso les pasa por envidiosos, claro. Que si ellos tuvieran uno otro gallo cantaría. Y vamos, esta es la crónica más escueta y oficial que he sido capaz de hacer, señores. 

Es muy fuerte. Estoy prometida... ¡estamos prometidos! Y el pobre galán hoy cumplía un cuarto de siglo y cuando ha recibido las felicitaciones no sabía si eran por nuestro compromiso o por su cumpleaños Jajajajaja Aquí os dejo una foto post (post drama, lagrimones, celebración, etc.). No descarto que próximamente la veamos en el Hola!.